Este entrada de blog apareció el 9/29/13 en el portal iagua.es y formaba parte de un concurso de blog sobre la planificación hidrológica en España.
Trasvases inciertos: la solución debajo de nuestros pies
Cuando a un limonero le falta agua con cierta frecuencia, desarrolla más sus raíces para poder aprovechar los recursos hídricos que se encuentran a más profundidad. Es su estrategia para aclimatarse a las condiciones limitantes impuestas por la escasez de agua y estar mejor preparado frente a los eventos de sequía.
Nuevamente somos testigos del acalorado debate sobre la función de los trasvases en la planificación hidrológica. El debate renace a colación de la exposición pública de los anteproyectos de los planes hidrológicos de la cuenca del Tajo y Segura. Todo parece apuntar que, por varios factores (políticos, climatológicos, etc), se aumentará la variabilidad de las cantidades de agua transferidas desde la cabecera del Tajo hacia el Levante español. Habrá años “buenos” y años “malos”, como siempre ha habido, pero probablemente los volúmenes totales transferidos serán aún más extremos.
El polémico debate sobre los trasvases revela una variedad de preocupaciones ambientales, económicas y políticas, que el sector agrícola del Levante vislumbra con gran preocupación en la medida en que se amenaza seriamente la garantía de suministro de agua que ofrece el trasvase. El previsible aumento de la variabilidad pareciera sugerir un riesgo para el desarrollo agrícola y la sostenibilidad de sus agrosistemas. Hasta la fecha, la variabilidad de oferta proporcionada por el trasvase se han amortizado con bombeos de aguas subterráneas, que en muchas ocasiones se han realizado con escasa planificación y control.
Mucho de los acuíferos en el Levante español vienen sufriendo los efectos de la explotación intensiva desde la década de los años setenta del pasado siglo. Sin embargo, el fuerte descenso de los niveles piezométricos y el consiguiente incremento de los costes de extracción son unas amenazas más para el sector agrícola. Parece evidente que urge ya un cambio en la gestión y planificación del agua, especialmente en lo que se refiere a la agricultura.
La idea en papel es sencilla: gestionar las cuencas a través del uso conjunto (coordinado y combinado) de las aguas superficiales y subterráneas. Una opción: utilizar más agua superficial y menos subterránea durante épocas relativamente húmedas y, depender más de los recursos subterráneos durante las épocas de sequía. Todo esto no sobre la marcha, y según vienen y van las sequias, sino en una manera coordinada con una buena previsión a largo plazo. Una estrategia que requiere una muy buena planificación.
Parece difícil, al menos de forma empírica, que se puede encontrar el equilibrio entre uso conjunto de aguas superficiales y subterráneas. Desgraciadamente, hay muchos ejemplos en el mundo en donde la falta de una gestión coordinada de los recursos hídricos superficiales y subterráneos condujo a un declive o colapso económico, social o ambiental. En la historia reciente podemos destacar el acuífero del Valle de Ica en Perú. La zona está experimentado un milagro agroexportador desde las dos últimas décadas, en parte gracias a la sobreexplotación del acuífero Ica-Villacurí que ha sido declarado recientemente en emergencia hídrica por el fuerte descenso de sus niveles. En el gran oasis regado de Mendoza (Argentina), el riego de viñedos y frutales depende en gran medida de la sobreexplotación de acuíferos con aguas de calidad agronómica “regular”. La transferencia de sales de capas subterráneas hacia la superficie está desencadenando graves problemas de salinización secundaria en suelos y suponen una amenaza adicional para recursos subterráneos de buena calidad agronómica. Actualmente se está trabajando en la monitorización de las extracciones y del consumo real de los cultivos para reducir los impactos.
Por otro lado, en la actualidad disponemos de más y mejores herramientas para caracterizar el dominio subterráneo y conocer me manera más certera cómo funciona. Gracias a los avances tecnológicos y científicos se han incrementado las posibilidades de exploración y captación de acuíferos. Hace unas semanas trascendió la noticia que se descubrió en Kenia, utilizando técnicas avanzadas, unos acuíferos con unas reservas hídricas tan significativas que podrían aliviar la falta de agua de la región. En el estado de Colorado (EEUU) los agricultores han acordado organizarse entre ellos para hacer una mejor gestión colectiva del recurso subterráneo mediante la implementación de un impuesto que grava su uso. Estas medidas de regulación fiscal son aún más sorprendentes en un país donde por defecto hay poco apoyo social a la imposición de impuestos y poca confianza en los organismos gubernamentales sobre la efectividad de los mismos. Otra historia muy positiva y prometedora procede del estado indio de Andhra Pradesh, en donde gracias a varios proyectos promocionados y coordinados por la FAO han resultado en la implementación de mejores prácticas de gestión de la demanda de agua tras un amplio proceso de participación ciudadana.
Quizás uno de los motivos que expliquen la escasa integración de los recursos subterráneos en la planificación hidrológica de España radica en la existencia de importantes lagunas de conocimiento sobre la dimensión y funcionamiento de nuestros sistemas acuíferos. Actualmente, muchas de esas lagunas han desaparecido, en muchos casos gracias al impulso investigador que surge de la sobreexplotación. Especialmente el IGME (Instituto Geológico y Minero de España) está llevando a cabo una gran labor en la cuantificación, caracterización y exploración de los acuíferos de Levante español.
Dado el estado de emergencia y el gran potencial que nos ofrecen los datos y herramientas que existen en la actualidad, es urgente que todos los actores, usuarios e instituciones de gestión (Confederaciones) e investigación (IGME, CSIC, Universidades), trabajen hacia el objetivo común de una gestión conjunta de los recursos superficiales y subterráneos. Es el momento de que las Confederaciones aprovechen al máximo los últimos datos y modelos disponibles, integrándolos en sus sistemas de soporte a la decisión, y traduciendo sus resultados en políticas que llevan a una gestión conjunta real de las aguas subterráneas y superficiales. Solo así, nuestros sistemas productivos, agrícolas y naturales, podrán ser sostenibles en el medio-largo plazo. Aprendemos de la estrategia de aclimatación y resistencia que el limonero pone en marcha cuando la falta de agua se hace acuciante: o el árbol dejará de dar ricos frutos.
Septiembre 2013